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domingo, 22 de septiembre de 2013

LAS LÁGRIMAS DE SAN LORENZO - RELATO

[Lo mejor de escribir este relato ha sido haberlo hecho junto a mi mejor amiga. Gracias, Glordi, por estar siempre a mi lado]




¿Cómo puede saber un mortal el significado de siempre? Cuando esas palabras salieron de sus labios no pude evitar sentir cierta curiosidad.
Siempre estaremos juntos "

¿Siempre? Curiosos sentimiento el amor, hace creer a los mortales que tienen potestad sobre su destino. Esperé, sentado sobre una roca, mientras los observaba tumbados en la arena. ¿Porqué no dejarlos creer en sus pequeñas falacias? ¿Porqué no dejarlos vivir un poco más sus fantasías? Dejé que se amaran, que se alejaran de la razón, y que, entregados a la pasión, se acercaran a mis dominios. Entraron en el agua con los pies descalzos, el cuerpo consumido por la fiebre y sus mentes entre mis manos. ¡Fue tan fácil que ni siquiera me supuso un reto! Al chasquear los dedos, las olas, obedientes, comenzaron mi juego.
¡ Curioso sentimiento el amor !

A pesar de las corrientes, el viento huracanado, los truenos y centellas rompiendo el horizonte....A pesar de toda mi furia desatada, seguían aferrándose el uno al otro con todas sus fuerzas, con toda su alma, luchando contra el mar, luchando contra mí. Curioso, muy curioso. Tanto, que decidí acercarme un poco más. Tanto, que quise saber que me estaba perdiendo. ¿Qué razón era aquella que hacía que cada uno de los dos luchara por la vida del otro en lugar de la suya propia? ¿Qué había sido de aquel para siempre? ¿Acaso ya no importaba?
Estando más cerca, pude contemplar sus rostros desfigurados por la impotencia de una batalla que sabían perdida. Él, aguantaba sus lágrimas. Ella, las dejaba confundirse con el agua. ¡ Suéltame! le rogaba a gritos. ¡Sálvate! ¡Nada hacia la orilla! repetía incansable una y otra vez. Mas él...¿Qué clase de tesoro era aquella muchacha para él? ¿Porqué no la soltaba? Nada, ni el agua helada, ni el viento huracanado, ni las olas que anunciaban su muerte, consiguieron alejarlo de ella. Supe que iba a ser mía. Tenían que dejar de luchar. Para él, el juego había terminado. Para ella, no había hecho más que empezar, era mi premio, mi trofeo, mi ansiado tesoro.

¡No me sueltes! ...A pesar de las nauseas, pude sentir la presión de mi pulso golpeándome en el cuello. Palpé bajo mi cuerpo la tierra firme...¡No!. Involuntariamente, un grito disfrazado de susurro salió sin mi permiso de mi garganta...¡No!...¿Cómo podía ser cierto? Hace apenas un segundo, la tenía entre mis brazos, me juré a mí mismo que no la soltaría. No puede ser cierto...Como un rayo de esperanza, un pensamiento cruzó mi mente: " Si las embravecidas aguas me habían arrastrado hasta la orilla, Sarah pudo haber corrido la misma suerte ". Me aferré a esa idea con todo mi ser. Me levanté y corrí por la arena. Corrí, buscándola, por toda la playa, por toda la playa grité su nombre, pero no obtuve respuesta...Finalmente, mis piernas flaquearon, me abandonó la fuerza junto con la última esperanza de encontrarla en la arena. Caí sobre ella, exhausto, cubriéndome la cara con las manos...fue entonces, cuando, recuperada la conciencia, tuve tiempo para pensar: ¿En qué momento te separaste de mí? ¿En qué momento dejé de luchar? ¿En qué momento venció la corriente? ¿En qué momento dejó de ser para siempre? Me lo prometiste. Y yo te creí. Dijiste que siempre estaríamos juntos, y me aferré a tus palabras. ¡No! No puedes haberte ido. No puedes haber sido tú. ¿Dónde estás? ¿A dónde te han llevado? No importa quién o qué nos haya separado, ni cuanto tiempo tenga que esperarte, no voy a romper nuestra promesa.
¡Sálvate!¡Suéltame!¡Nada hacia la orilla! En mitad de la tormenta sentí como el mar empezaba a tragarme. Intenté luchar contra la fuerza que nos separaba, era titanica...Él tampoco podría salvarme. Parecía que fuese el propio mar quien se interponía entre nosotros. A pesar de mis súplicas, se negaba a soltarme. Hasta que, sin más, dejé de sentir su tacto. Las olas se llevaron su abrazo. Lo juro...Pude ver como la espuma le envolvía y lo empujaba hasta la orilla, lejos de mi alcance. Entonces, aquello que tiraba de mí, me llevó mar adentro.
Aquella muchacha no paró de batallar en todo el trayecto. A pesar de que su continuo movimiento no disminuyó un ápice mi voluntad de llevarla a mi morada, lo cierto es que consiguió irritarme. Hasta ese momento, pensaba ser hospitalario, mas con su marcada hostilidad anuló cualquier buena intención por mi parte. Al llegar, cumplí su deseo de zafarse de mí lanzándola contra el suelo de la Sala del Espejo. Contemplé desde mi trono como quedaba absorta con la imagen que el espejo le mostraba; su amado gritaba en vano su nombre... Sarah! ... Y Sarah, sin proferir sonido alguno, intentaba atravesar la superficie para llegar hasta él. La escena me divertía. Tanto, que me abstuve de intervenir. Esperé a que se percatara por sí misma de que lo que ella percibía tan cerca no era más que un reflejo, algo que nunca podría alcanzar. Cuando lo consiguió, por fin notó mi presencia. Se giró hacia mí y, con una insolencia inesperada, me increpó:
- ¿Quién eres?
- Dímelo tú.
Su respuesta volvió a dejarme sin habla. Muchos nombres aparecieron en mi cabeza. ¿Era posible?
- ¿Esto es real? - Volví a preguntar
- ... Dímelo tú.

Tenía que estar soñando. No era posible que estuviera frente a un Dios. No era posible lo que había presencia minutos antes a través del suelo. Seguro que, al despertar, volvería a estar en la playa, junto a Él, planeando nuestro futuro cubiertos de arena. Intenté despertar.
" ¡Sarah! ¿Dónde estás? "

Su llamada se oía a través del cristal...Si estaba durmiendo a su lado...¿Porqué me buscaba? Me volví otra vez hacia la figura altiva que me miraba desde su trono.
- ¿Es esto un sueño?
- Dímelo tú.
- ¡No! ¡Ya basta! ¡Dímelo tú!
- ¿Qué quieres que te diga?
- ¿Es que no me has escuchado?
- Me temo que sólo te oía. Eres tan ruidosa...
- ¿Qué es eso del suelo?
- Un espejo, pensaba que te habías dado cuenta.
- Un espejo me habría mostrado mi reflejo.
- ¡Cuán egocéntricos sois los humanos! Este espejo no apunta hacia quien lo mira. Lo que ves no es más que lo que buscas.
- ... Puede oírme.
- Dímelo tú.
- .... ¿Y qué hago yo aquí?
- Me resultó irritante que un mortal prometiera amor eterno. ¿Qué sabéis vosotros de la Eternidad? Es irónico que seres perecederos hablen de "siempre"
- Y... ¿Qué hago yo aquí?
- Parecías más valiosa para él que su propia vida. Semejante tesoro, tenía que ser para mí.
- ¿Has hecho todo esto por un mortal? ¿Por una mujer? Sólo un Dios podría ser tan cruel y al mismo tiempo tan vulgar.
- Son tus palabras las que te condenan.
Me hastiaba tanta insolencia. Cerré las puertas de la sala y volví sobre mi roca, mas poco pude disfrutar del sonido de las olas. Ahora, era él quien me importunaba con sus llantos.

Tú te la llevaste. No voy a preguntar el porqué. Sólo te pido una cosa: una última vez. Déjame verla un día más. Te lo ruego "
¿Es que los humanos se habían aliado para crispar mis nervios? ¿Cuándo creyeron tener más privilegios que un Dios? No pude soportar más osadía. Volví a mis aposentos. Escuché desde la puerta los llantos que Sarah profería desde su encierro, perdidos entre intensos golpes. Entré. La sorprendí golpeando el espejo. Con tan sólo sus manos había resquebrajado mi reliquia. La Detuve. El amor ya no me parece tan curioso.
Llevada por la ira, en primer lugar golpeó mi pecho. Después, abatida, vencida por las lágrimas, me suplicó: " Un día, sólo un día, y yo me quedaré contigo ". Había ganado. Y, sin embargo, esta victoria no me supo dulce. Su persona se quedaría conmigo, pero su devoción sería para un mortal. Ahora era yo quién veía el reflejo. Tan cerca, y no podía tocarla. De sus ojos caía el único agua que yo no controlaba.
- Mañana. Solo será un día.
- Si puedo volver a verlo, me basta.
- Que así sea.
La noche siguiente, Él, como cada noche desde entonces, se sentó a esperarla a la orilla del mar. Cuando ya no era posible su regreso, Sarah surgió de las aguas. Pensó que sus sentidos lo engañaban, pero dejó de hacerlo cuando su delicada mano se posó sobre su mejilla, cuando se sentó a su lado, cuando le susurró al oído, cuando sus ojos se cruzaron y sus labios se unieron en un beso tan real como su presencia. Tenían su última noche. Se amaron, se alejaron de la razón, se entregaron a la pasión y entraron en el mar con los pies descalzos. En esta ocasión nada los interrumpió. Podían terminar lo que habían empezado.
El alba los sorprendió abrazados sobre la arena. Su tiempo había acabado. Sarah miró hacia las rocas y allí estaba, esperándola. Había cumplido su parte, ahora le tocaba a ella cumplir la suya. Se volvió por última vez hacia su amado y, con lágrimas en los ojos, se despidió de él:
Has de seguir. Para mí, la partida ha terminado. Intenta ser feliz por los dos "
Recordando su rezo, el entendió que había sido un día, sólo un día y, después de todo, agradeció aquella concesión divina mientras la veía alejarse mar adentro.
De nuevo en la sala del espejo, ella no podía evitar mirar hacia aquello que había dejado atrás. Noche tras noche, Él se reflejaba sentado en la playa, esperándola. Ella se sienta junto a su imagen hasta el amanecer y cuando se va, le pide en silencio que vuelva a volver.
Por las mañanas, Él reza agradeciendo aquella última noche y Sarah, con su mirada, suplica porque se repita, aunque no ha vuelto a pedírmelo. Ahora, desde el espejo, sólo se ve un anciano solitario al que tachan de loco y sólo habla con el mar. Ella es joven. Siempre lo será.

Cada año, desde aquella última vez, Sarah llora sobre la imagen de lo que queda de su amado. Algunas de sus lágrimas, caen sobre las grietas que un día abriera en mi espejo. Los humanos las ven caer desde el cielo y las confunden con estrellas. Curioso, esto ya no me divierte. Aún sin querer volver a dejarla marchar, no permitiré que su llanto sea en vano, cada deseo pedido a una de esas lágrimas será concedido. Tal vez, así, su odio no sea eterno






KAYLA MORRISON && GLORIA LÓPEZ - AGOSTO 2013-

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